viernes, 16 de enero de 2015

El mito de la caverna de Platón

Asesino tras las rejas del infierno
En aquella noche de abril, se encontraba una mujer con ojeras marcadas de tanto esperar, en la misma sala oscura de siempre. Eran las 12:00 de la noche y él no llegaba, los gemelos de diez y la niña de ocho años estaban dormidos. La madre ya no podía seguir esperando aquel jarabe que le envió a comprar a su marido para sus hijos menores, porque ya eran siete horas las que habían pasado, y apenas con una agua aromática los hizo dormir. Ella se fue a descansar, no tuvo otra opción.

A las tres de la madrugada, tocan la puerta desesperadamente, ella se levanta a abrir y al soltar el picaporte, solo vio venir una bofetada tras otra, de las manos de ese señor, con el que llevaba casada cinco años. Así eran todos los fines de semana, el mismo círculo del maltrato intrafamiliar, en ocasiones él no solo la golpeaba a ella, sino que se iba donde los pequeños y los despertaba a punta de jalones para decirles que "los amaba". Todo esto lo hacía por el simple hecho de que le daba la gana.

Pasaron seis años más con el mismo trauma. Cuando de repente en una de esas tantas noches, se le pasó la mano a aquel alcohólico, con un puñete hizo que cayera contra un filo del mesón de la cocina, y la mató. Los niños desesperados gritaban auxilio por su madre y el asesino huyó con la conciencia putrefacta y con un físico de un viejo decrépito.

La familia de la fallecida brindó ayuda a los jovencitos, porque ellos se hicieron escuchar por medio de una de tantas llamadas telefónicas, que quisieron hacer para salvar a su madre, del peligro en el que estaba viviendo. Pero, ya era muy tarde.

Los gemelos y la señorita empezaron a vivir con los abuelos maternos, y a cabo de unos meses uno de los adolescentes tuvo novia, que por poca atención en el hogar, la dejó embarazada. Se unieron, y empezaron a formar una familia, pero este joven no quería seguir los pasos de aquel señor que decía ser su padre. Por lo que trabajaba en lo que podía, tuvo que dejar el estudio por la responsabilidad de ser padre, fue un jefe del hogar diferente a los que se veían en esta familia, fue amable, caballeroso, sociable, solidario, sin vicios, le gustaba ayudarle a su esposa en lo que podía, con la casa y con el bebé. Se había tomado muy en serio el rol de padre y esposo y le compartió los mejores valores a sus hermanos.

Pasaron tres años, ya los gemelos tenían 19, mientras que la señorita 17 años, los dos hermanos solteros, seguían la universidad y el joven padre, continuaba su vida feliz con su nueva familia.

Cuando de repente, por avisos de la policía, en el noticiero se mencionaba que el delincuente que estaban buscando por más de dos años y medio, lo habían encontrado muerto, alcoholizado y en las peores condiciones. Y en las investigaciones se explicaba el testimonio del que lo asesinó y decía que aquel hombre era el amante de su mujer, mientras él pasaba trabajando de lunes a viernes fuera de la ciudad. Hasta que un día lo descubrió golpeándola y gritándole "porqué te has conseguido un trabajo como recepcionista" y como él pensaba que las mujeres no pueden trabajar, llegó al punto que cogiéndola del cuello, lentamente la mató.

Indignado, el marido lo persiguió con furia y con un arma blanca, con el fin de asesinarlo, hasta que por el cansancio del amante de tanto correr, lo alcanzó y le dio 20 puñaladas, dejándolo tirado bajo un puente, y se entregó a la justicia.

Cuando escucharon el nombre del occiso, los jovencitos se quedaron asombrados y moviendo la cabeza como lamentándose de algo, se dieron cuenta que aquel hombre delincuente, asesino y alcohólico, era su padre.

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